30 abril 2008

Los moretones habían empezado a palidecer lo suficiente como para poder ocultarlos bajo una buena capa de polvos compactos, Anna observó su rostro en el espejo. Era un rostro estropeado, ajado. Sin el maquillaje distinguía perfectamente las líneas azuladas bajo la piel, uno de los ojos estaba aun algo enrojecido. Su cabello había perdido el brillo, parecía sin vida. Invertía todas sus fuerzas en intentar mantenerse en pie. ¿Cómo había llegado a aquella situación?

Se peinó hacia atrás, con el cabello bien tirante en una cola de caballo, antes de vestirse con esfuerzo, intentando no moverse demasiado para evitar el dolor en las costillas. Él solía poner mucho cuidado en golpearla sólo en las partes del cuerpo donde las señales quedasen ocultas por la ropa; pero eso era antes. Los últimos meses había dejado de ser tan cauto y la había agredido en la cara varias veces.

Pese a todo, lo peor no eran los golpes. Era tener que vivir siempre a la sombra de los azotes, vivir a la espera de la próxima vez, el próximo puñetazo. Su crueldad era terrible, pues él era consciente de su miedo y jugaba con él. Alzaba la mano para asestarle un golpe, pero luego la dejaba caer despacio convirtiendo el gesto en una caricia acompañada de una sonrisa. A veces le pegaba sin motivo aparente. Así, sin más. Aunque en realidad no necesitaba ningún motivo, el puño de Lucas salía disparado contra su estómago, su cabeza, su espalda, o cualquier otro lugar que se le antojase. Después, sin perder el hilo ni por un instante, seguía como si nada hubiera sucedido, mientras ella yacía en el suelo hipando para recuperar el resuello. Era el poder lo que le causaba satisfacción.

Aunque al principio no era así. Todo podía volver a ser como antes, sólo tenía que ser fuerte. Él le había dicho que, en realidad, no quería pegarle, que era por su bien, para que no hiciese lo que, de lo contrario, haría. Si pudiera esforzarse un poco más en ser mejor esposa. Ella no lo comprendía, le decía él.

Si lograse dar con aquello que lo hacía feliz, si fuese capaz de hacer las cosas bien, para que él no tuviese que sentirse tan decepcionado a todas horas….



La princesa de Hielo (Camilla Läckberg)

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