Hace poco, una noche clara y estrellada, entre canciones de Enrique y Ana, minis de fanta limón, concierto ventoso, y tonterías varias, yo te llamaba capullo; si bien no por el sentido peyorativo, más por el tema del gusano que se convierte en mariposa; aunque la comparación tampoco fue muy agraciada, sí muy divertida, porque en un momento pasaste de capullo a mariposa, sin saber muy bien cómo.
Y al final, tampoco se muy bien cómo, nos convertimos en crisálida, y compartimos envoltura. Fue bonito, tierno, íntimo... con suaves palabras, y leves roces, con susurros de madrugada, con confidencias y confesiones.
A ti, pequeño capullo azul, que apareciste en silencio, te deseo que poco a poco, tus hojas se vayan abriendo al mundo, que bebas la vida, que te empapes de luz, y te conviertas no en una mariposa, si no en una preciosa rosa de color azul aterciopelada, como tus ojos, como tu piel...
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