09 agosto 2016

¡¡Que me agobio!!


Soy consciente de que mis habilidades sociales dejan bastante que desear, no he tenido nunca filtro sobre lo que se puede decir o no sin ofender aunque en el último año largo he trabajado mucho en eso porque siempre es bueno mejorar.

También reconozco que soy muy celosa de mi espacio personal, el haber crecido como hija única ha hecho que esté tan acostumbrada a no contar con nadie más que conmigo misma a la hora de hacer las cosas, por lo que depender de alguien o tener que estar pendiente de otra persona me suele agobiar, salvo que yo misma haya ofrecido hacerme compañía en algún momento determinado para compartir ese momento. No es porque sea egoísta y pretenda que no me incordien, que también, es que me gusta la libertad que da el no tener que depender o tener quien dependa de ti, repito que a no ser que yo lo haya ofrecido, momento en el que gustosísima ejerzo de anfitriona y comparto mi mundo sin problemas. Por este motivo también tiendo a respetar muchísimo ese espacio personal en los demás llegando a resultar fría pareciendo que no quiero involucrarme en sus vidas.

Pero si yo no abrumo con mensajes, llamadas, planes, preguntas, etc, sólo pido que a mí tampoco me lo hagan porque en mi persona tanto interés ejerce el efecto rebote. Vamos que salgo huyendo, primero porque me agobio y segundo porque siento como si me quisieran controlar más que un interés desinteresado por mi vida.
En esos momentos es cuando pierdo el control, me angustio, me enfado y respondo con lo peor de mí carácter, porque si llegado un punto en el que con toda mi poca sutileza doy pistas de que me estoy agobiando, cuando invaden mi espacio personal como si fueran un elefante en una tienda de porcelanas exploto de tal manera que soy capaz de mutar en algo más grande que Hulk, menos verde pero casi igual de destructivo. Bien, dicho esto y siendo conocedora de mis límites y de que a veces soy peor que la sota de bastos, el problema se me viene cuando no encuentro el mismo respeto hacia mi espacio vital que el que yo ofrezco.

Sé que ese respeto no tiene que ser igual de exagerado para todos y que además salvo las personas controladoras, nadie lo hace con mala intención, pero siempre hay que partir de la base de que no a todos nos gusta lo mismo y que lo poco agrada pero lo mucho enfada por lo tanto siempre es mejor ser prudentes a la hora de entrar en las vidas de los demás porque tenemos más posibilidades de espantar si vamos en plan desembarco de Normandía, que si entramos de forma natural, con mesura, tratando no sólo de conocer la vida si no los pulsos de cada persona y para eso en lugar de declararnos en invasión como un ejército lo que hay que hacer es observar y escuchar, puesto que esa es la mejor forma de establecer lazos sanos.

La mayor parte de las personas no controlan ese impulso de entrar como la banda municipal en el auditorio y querer no solo conocer todo de una vez si no darte clases de lo que te tiene que gustar porque a ellos les gusta, de lo que te vendrá bien y de todo lo referente a tu vida según su punto de vista porque son como el cuñado que todo lo sabe. Con estas personas me declaro incompatible, son aquellas a las que les das la mano y se toman el brazo, el hombro y el derecho a incluirse sin más en tu existencia.

Aunque no lo parezca soy tolerante y paciente, pero con ese tipo de personas invasoras por muchas oportunidades que doy (y lo he hecho) siempre descubro que da igual las pistas que des, las explicaciones y las indirectas, porque siempre acaban igual tratando de colonizar y yo cabreada a más no poder. Y lo siento, pero aunque siempre procuro no ser desagradable ni mal educada, es cierto que yo también pierdo el control y que llegado un punto pego un bufido y salgo por patas con una sobrecarga de odio brutal no pudiendo ni escuchar hablar de la persona.
Por lo tanto, si alguien pretende estar en mi vida que recuerde que soy independiente, que siempre lo he sido y que me altera mucho dar explicaciones porque los hijos únicos no estamos acostumbrados a compartir espacio (y porque yo soy cojonuda!) así que a mi hay que acercarse como a los ciervos en el campo, despacio y sin hacer mucho ruido para que no salga corriendo. Quien no sea capaz de gestionar esto, es mejor que no se acerque, porque entonces muto en asesina en serie y suelto toda lindeza que me viene a la mente.

Y así soy yo señores!